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Tarifas de Parqueaderos


La Constitución colombiana dispone que la propiedad tiene una función social. Se trata de una de las mayores restricciones que el discurso social impuso a los abusos del modelo liberal del Estado de Derecho. El ejercicio del derecho a la propiedad debe estar orientado a atender los intereses colectivos cuando de esa comunidad, grupo o sector de la población devenga un servicio necesario. Esto son 200 años de cambios de ideas, desde el liberalismo clásico individualista en extremo hasta el asentamiento del comunitarismo, socialismo y colectivismo en las nuevas dinámicas que se exigen para entender y compartir la cosa pública que pensaban los griegos.


Hablar hoy de la desregulación del servicio de parqueaderos en Bogotá y seguramente en cualquier ciudad del país, no parece estar pensada a ser una medida que desincentive el uso de los vehículos o incentive el uso de transporte público. Lo primero ya demostró ser inviable, o sino que lo diga el mismo “pico y placa”, y lo segundo es improcedente ante la ausencia, hasta hoy, de un verdadero sistema de transporte digno. Lo curioso es que en ambos escenarios el alcalde Peñalosa tiene mucho de responsabilidad, aunque eso de para otras discusiones.


El futuro de Bogotá a largo plazo no depende del uso o no del automóvil. Hay cosas más relevantes en juego, y que han sido relegadas por las administraciones, sobre todo por esta. Los efectos del “pico y placa” demuestran ser peores que las acciones que se querían adoptar: aumento indiscriminado de la cantidad de vehículos en la ciudad; uso irresponsable de motocicletas sin dios ni ley, que abusan por doquier de los peatones y bicicletas; impacto ambiental perjudicial para toda la colectividad, por mencionar algunas. El remedio, no pensado ni estudiado previamente, resultó peor que la enfermedad.


Hay que ser claro y coherente con los factores y variable exógenas y endógenas al problema de los desincentivos en el uso de los carros. Como todo proceso de desregulación, en un contexto de política del liberalismo renovado, se trata de generar escenarios de ganancia económica para un reducido sector de la población, como lo son los administradores de parqueaderos. Hoy las tarifas de los parqueaderos, a pesar del aparente desconocimiento del alcalde, son de las más altas y desproporcionadas del país, cuando Bogotá no es la única ciudad, ni en Colombia ni en el mundo, donde existen problemas de movilidad, pero si donde la falta de aplicación de políticas, encaminadas a la generación de opciones de movilidad han sido menores. Tal es el caso de Medellín, considerada a nivel mundial como las más moderna en los últimos años por su sistema integrado de movilidad, por encima de New York, Dubái, Paris y Londres.


Desregular las tarifas de parqueaderos seria darle más poder a quienes ya lo tiene ante el uso y el abuso de un derecho, que como dice la Constitución, es un derecho que debe ser compartido, pero que, sobre todo, tiene límites. La libertad de empresa, dice la misma Carta, debe someterse a los intereses sociales y de la colectividad. En especial cuando el mismo poder económico hoy ya se encuentra concentrado en los dueños y administradores de parqueaderos. Si no recuérdese la ridícula y desproporcionada tarifa impuesta a una bicicleta en el centro comercial Santa Bárbara en Bogotá. Todo bajo la autonomía del mercado. Que la ley del mercado sugiera que cada quien puede ajustar su precio de acuerdo al juego de oferta y demanda, no quiere decir que se pueda abusar de la posición de dominio con la que se cuenta. Eso era lo que rechazaba el capitalismo original de Smith y la idea de la solidaridad con el prójimo. En esto generalmente, estructuras de mercado monopólicas como en muchos de los casos son los parqueaderos, dejan mucho que pensar. Esa es la realidad, lo que a pesar de las altas tarifas que ya existen, no se ha visto el verdadero desincentivo en el uso del carro. La explicación es simple. La desregulación generada con el pico y placa y ahora de los parqueaderos amenazan los intereses de quienes no encuentran una opción viable, segura y eficiente para transportarse; además de no encontrar vías por donde hacerlo.


Las ciudades sostenibles en el mundo, en materia ambiental y de movilidad, son viables porque han adoptado acciones integrales, consensuadas y pensadas en el bien común, no solo en el de unos pocos…muy pocos, por cierto.


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