¿Por qué Peñalosa quita los grafittis en Bogotá?
Desde el 10 de junio de este año, la Alcaldía comenzó jornadas de “limpieza” de las fachadas de la Candelaria, igual que se había hecho con las paredes del cementerio central que costo más de 50 millones de pesos y duro solo dos semanas sin graffits. Ya que para nuestro celebre alcalde “El graffiti genera un ambiente propicio para la criminalidad”. Es por eso que los emisarios de la alcaldía se han dedicado a anular el arte de los murales pintándolos de blanco, pero ¿Por qué lo hacen?
Parece que Peñalosa quiere gobernar basándose en teorías de los años ochenta, más exactamente la teoría de las ventanas rotas planteada por George Kelling y James Willson. Lo cual puede deducirse de las afirmaciones de Daniel Mejia Londoño subsecretario de seguridad de Bogotá, quien en entrevista con la revista semana (3/12/ 2016) afirmo:
"En la ciudad, el orden y la belleza van de la mano y generan seguridad. Si las calles están alumbradas y limpias, no tienen graffitis, no tienen basuras, hay menos vendedores ambulantes y están más ordenadas, la gente se siente más segura, sale a la calle y hay menos delitos. No obstante, si los bogotanos no se apropian del espacio público, a largo plazo no lograremos nada."
Esta teoría base de los argumentos de Mejia, tiene su origen en un experimento realizado por el psicólogo Philp Zimbardo, de la Universidad de Stanford en 1969. Quien abandonó un carro en las calles del Bronx de Nueva York, con las placas arrancadas y las puertas abiertas. Con el fin de observar lo que sucedía. A los 10 minutos, comenzó a ser desvalijado. A los tres días no quedaba nada de valor. El experimento continúo y Zimbardo abandono otro vehículo en condiciones similares, en un barrio de Palo Alto- California. Sin embargo, aquí no pasó nada, durante una semana el vehículo permanecía intacto. Después a este carro se le rompieron los vidrios y le sucedió lo mismo que al de Nueva YorK. Concluyendo que algo que ha sido abandonado y se encuentra dañado es más proclive a ser objeto de delito.
Tiempo después George L. Kelling y James Willson adoptaron la teoría de Zimbardo, para estos autores el desorden es también, graffiti, prostitución y la basura en las calles. Por lo que proponen concentrarse en estas problemáticas para recuperar el espacio público e incrementar los índices de seguridad. En 1993 el alcalde de Nueva York Rudy Giuliani implemento la política de las ventanas rotas.
Sin embargo, a esta teoría le han surgido varias críticas puesto que en nueva York con su implementación también se incrementaron las denuncias por abusos por parte de la policía, además los indicadores de seguridad ya evidenciaban tendencias a la baja desde antes que se ejecutara esta política. Es por eso, que para el caso de Bogotá es menester analizar minuciosamente los resultados de su implementación. Sumado a que esta política puede llegar a criminalizar y estigmatizar todo tipo de conductas o minorías solo porque algunos “ciudadanos de bien” los consideran como sinónimo de desorden, como ya sucedió con el caso de Diego Felipe Becerra y parece que el alcalde no quiere aprender de estos errores.
Aunque para Peñalosa solo algunos graffitis tienen valor artístico, es importante aclarar cuál es el propósito del grafiti. Teniendo en cuenta, los argumentos de Armando Silva, autor de varios libros y ensayos sobre temas urbanos. El graffiti produce nuevas formas de expresión, vistas como acciones políticas que irrumpen en la cotidianidad de la ciudad, convirtiéndola en objeto material de intervención fuera de los museos cuestionando lo políticamente correcto. En este sentido, “Cualquier lugar puede convertirse en sitio de arte, lo cual entra en fuertes rivalidades con el mundo real y rompe la diferencia entre el sitio de vida y el otro del arte, haciendo de lo público una potencialidad estética (…) se valora la supremacía del pensamiento sobre la materia”. Y aunque Peñalosa busca decolorar los muros de Bogotá, en el centro histórico de la ciudad existe un tour de graffiti donde se exhibe la relación de los graffitis con la situación sociopolítica del país, los métodos utilizados y los artistas urbanos que realizaron estas obras. Es así como el graffiti logra la trasgresión y ampliación de lo público, no obstante, es evidente que en Bogotá lo público aún está en disputa.
La teoría de las ventanas rotas es vista por el alcalde Peñalosa como un “curalotodo” para algunos de los graves problemas de seguridad que tiene Bogotá. Ojalá que con la misma eficacia que este visionario ha decidido marchitar la ciudad, este buscando como poner fin a la cultura de la ilegalidad, los hurtos, la presencia de organizaciones criminales, el porte ilegal de armas, entre otras problemáticas. Sin embargo, es claro que, debe existir una discusión sobre la presencia de los graffitis, no se trata tampoco de permitir todo tipo de rayones en las calles, pero tampoco de anular y causar estigmatización hacia aquellos ciudadanos que han decidido visibilizar los hechos repulsivos, contradictorios y virtuosos que cimientan nuestro día a día en Bogotá.