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¿Por qué los colombianos odian más a las Farc que a los paramilitares?

Este artículo fue publicado originalmente en ¡Pacifista!, la plataforma de contenidos para la generación de paz de VICE Colombia.



En Colombia la guerra ha engendrado odios indescriptibles. En las víctimas y en los guerreros, pero también en el resto de colombianos, los rencores parecen espontáneos. Sin embargo, durante los últimos años, quizás por la mayor penetración de los medios de comunicación y las redes sociales, hemos asistido a una mayor visibilidad del odio y la polarización.


Ese odio se ha percibido en mayor medida hacia las guerrillas (especialmente las Farc) que contra los paramilitares y la Fuerza Pública. Incluso, está claro que estos sentimientos negativos fueron uno de los trampolines de la victoria del No en el plebiscito. Pero hay quienes dicen que el odio encolerizado por las Farc no ha sido un sentimiento prolongado en el corazón de los colombianos.


Según el opinador David Quitián, en su columna ¿Quién te enseñó a odiar a las Farc?, durante varios gobiernos recientes, como el de Virgilio Barco (1986-1990), César Gaviria (1990-1994) y Ernesto Samper (1994-1998), la mafia y los carteles de la droga eran el objeto del resentimiento nacional. Pero fue a partir de los gobiernos de Andrés Pastrana (1998-2002) y Álvaro Uribe (2002-2010) que las guerrillas se convirtieron en el blanco de la peor de las emociones.


Después del fracaso del proceso de paz del Caguán (1999 a 2002), cuando el presidente Pastrana, según sus palabras, “se la jugó íntegramente por la paz”, el país quedó resentido con las guerrillas y con cualquier intento de negociación. Para muchos, en los años que duró la zona de distensión, las Farc jugaron con el anhelo de paz del país.


Álvaro Uribe, por otro lado, llegó a la Presidencia en tiempos de cambio en la política mundial. Luego de los atentados terroristas a las torres gemelas de Nueva York, el 11 de septiembre de 2001, para Colombia se volvió imperativo rechazar el terrorismo y los actos de las Farc, que comprendidos dentro de esa nueva lógica mundial, hacían parte de esa categoría.


Pese a la fama que las Farc ganaron en los inicios del siglo XXI, en su blog ‘La Perorata’, la bloguera Alexandra García se propuso demostrar que, diferente a lo que se cree, la subversión no ha sido la mayor responsable de la violencia que se ha desatado en el país. Con hechos y estadísticas, García demuestra cómo los discursos de los medios de comunicación han determinado el sentir nacional hacia las guerrillas.


García recuerda que cuando al colombiano de a pie se le preguntó qué grupo era responsable por el mayor número de muertes ocurridas en el conflicto, la mayoría respondió que las Farc. Por otro lado, cuando se les preguntó su opinión sobre el paramilitarismo, el 40% sostuvo que era un mal necesario.


Las estadísticas manifiestan lo contrario. La siguiente gráfica, tomada del Centro de Memoria Histórica, ilustra el número de víctimas de las guerrillas (color rojo) y lo compara con el de los paramilitares (color azul). Los resultados son evidentes: por lo menos de 1998 a 2006, el número de víctimas por el accionar de las autodefensas fue mayor que el de las guerrillas.

Por su parte, los medios de comunicación, dice García, han direccionado la posición de los colombianos respecto a la guerrilla y a los paramilitares. Periódicos como El Tiempo, El Colombiano, El País y El Heraldo han presentado las noticias de forma tal que disminuyen la responsabilidad de los paramilitares en los hechos violentos y aumentan la de la guerrilla. Así lo demuestran algunos de los titulares.


Titulares sobre los paramilitares:

Titulares sobre la guerrilla:


La prensa, según lo recogido por García, no ha usado el nombre de paramilitares a la hora de presentar la información, sino eufemismos como ‘hombres armados’, ‘encapuchados’ y ‘los asesinos’. Los reportes de la guerrilla, por el contrario, se caracterizan por la alusión específica a una organización o estructura vinculada con el hecho.


Además, cuando han sido ‘paras’ los responsables del delito, la prensa ha preferido usar expresiones como ‘al parecer’, ‘presuntamente’ y ‘presuntos’. Pero cuando la guerrilla es la involucrada, los medios no ponen en duda lo acontecido y atizan la violencia del titular acudiendo a verbos como descuartizar, degollar, ahorcar y decapitar.


Los periodistas, conforme lo que expone García, también generalizan a las víctimas de los paramilitares y las reducen a números o a personas genéricas. En contraposición, las víctimas de la insurgencia son individualizadas, identificadas y presentadas como seres humanos con sueños y aspiraciones, con familias y dolientes.


De acuerdo con la tesis de García, el odio hacia las Farc ha sido motivado por los gobiernos y por los medios de comunicación. Hoy, con un posconflicto en ciernes, ¿sigue existiendo ese sentimiento?


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