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Los posibles presidentes del posconflicto

Con las primeras movidas de las precandidaturas presidenciales, los colombianos tenemos varias cosas en las que pensar. Uno de los criterios claves para poder tomar la decisión de por quién votar en las elecciones de 2018 será, sin duda, la posición de los candidatos frente a la paz. Es determinante considerar las opiniones que estos diversos personajes tienen frente a lo pactado con las FARC (hoy Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común), pues de ello dependería el curso que tome la implementación de los acuerdos.


Germán Vargas Lleras es uno de ellos. En varias ocasiones, el ex vicepresidente ha dejado claro su apoyo al proceso de paz. También ha asegurado que no descarta la posibilidad de que los ex guerrilleros de las FARC tengan un espacio dentro de la política colombiana, siempre y cuando no tengan la oportunidad de llegar al poder. Así, Vargas Lleras está de acuerdo con instaurar una paz estable y duradera en Colombia, y en desacuerdo con la más mínima posibilidad de entregar el gobierno a la FARC.


A Vargas Lleras la decisión de lanzarse a la presidencia por medio de firmas podría traerle beneficios y dificultades. Ante esta iniciativa, se presenta una paradoja: el partido Cambio Radical ha sido uno de los más fuertes críticos de la Justicia Especial para la Paz, la reforma política y la redistribución de tierras. Al respecto, algunos medios han insinuado que la separación del candidato del partido le permitiría un discurso neutral frente a la paz. Otras voces afirman que no es muy fácil visualizar la figura de Vargas Lleras separada de esta colectividad de la que mucho tiempo ha sido líder.


Ahora bien, María del Rosario Guerra, del Centro Democrático, es otra de las aspirantes. Sabemos que su partido ha dejado muy claro que está de acuerdo con la reincorporación de los guerrilleros a la vida civil, la entrega de las armas y el otorgamiento de ciertas garantías. Sin embargo, afirma que el acuerdo de paz le ha dado a las FARC más beneficios que al pueblo colombiano, y que ello va en contra de la democracia y la pone en peligro. Entonces, hay que comprender que con esta candidata no se daría un retroceso frente a la voluntad de paz, pero sería muy probable que se modificasen varios de los puntos acordados en La Habana. Ahora, querer cambiar algunos de los acuerdos podría poner en peligro lo ya convenido: los ex guerrilleros han dejado claro que, si se establecen más penas de cárcel para ellos, los pactos no seguirían en pie.


No podríamos pasar por desapercibido al jefe del equipo negociador del Gobierno con las FARC: Humberto de la Calle. Sin duda, es un candidato capacitado y con suficiente experiencia para darle continuidad al proceso de paz tal y como ha sido planteado. Parte de su identidad consistiría en ser un sucesor comprometido con ejecutar los acuerdos. Dentro del discurso de este político encontramos consignas fundamentales como la capacidad del consenso, la fe en el proceso y en la paz y la importancia del diálogo. El eslogan de su campaña consiste en construir “un país donde quepamos todos”, lo que reafirma que uno de los principales puntos de su agenda será continuar con lo acordado. No podemos negar que las propuestas del candidato también conllevan retos: defender un pacto en un país escéptico y polarizado no será tarea fácil.


Tenemos, por otro lado, a Claudia López, inmersa en una coalición con Sergio Fajardo y Jorge Robledo, también precandidatos presidenciales con ideales próximos a pesar de venir de caminos políticos un tanto distintos. En primera instancia hay que establecer que para Claudia la paz, la educación, la salud y la economía están enmarcadas en una problemática principal: la corrupción. Así pues, el punto fundamental en la agenda de la congresista será combatirla. Respecto a los acuerdos de paz, la política asegura que no han sido implementados con la efectividad esperada. Sus preocupaciones fundamentales van hacia la falta de protección y seguridad para líderes sociales, el incumplimiento del cronograma previsto para la instalación de las zonas veredales de dejación de armas y normalización a la vida civil, entre otras. Esto nos lleva a concluir que, en su posible mandato, también realizaría ciertos cambios, en especial respecto a la ejecución de los acuerdos, pues como bien dice su eslogan, “es con acciones” que se logran los cambios.


Independientemente de lo que pueda decirse de cada candidato, lo más importante es esperar que todos y cada uno de los aspirantes a la presidencia tengan la voluntad de continuar con lo suscrito por el Gobierno y las Farc en Cuba, aportando desde sus distintas posiciones a la implementación. La verdad es que, entre visiones tan divergentes, es incierto el rumbo que tomará el posconflicto en nuestro país luego de las elecciones presidenciales de 2018.


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