Lo “político de lo jurídico” y lo “jurídico de lo político”
La presente edición del periódico se ha propuesto abordar dos temas relacionados (acaso el mismo planteado desde ópticas contrarias): lo “político de lo jurídico” y lo “jurídico de lo político”. Esta decisión obedece a las discusiones sobre coyunturas nacionales e internacionales que hemos tenido este semestre en nuestros encuentros semanales como Comité Editorial, a la luz de análisis propuestos desde la ciencia jurídica y política. Lo anterior es, además, excusa para renovar críticas y lugares de debate a partir de la nueva configuración espacial del campus.
Hoy el edificio Gabriel Giraldo S.J., viejo bastión de códigos, leyes y corbatas, alberga también a la Facultad de Ciencia Política. Ambas escuelas funcionan de forma separada; sin embargo, hoy su cercanía nos permite aproximar temas y posturas. Así pues, esta oportunidad de abrir diálogos necesarios entre estas dos disciplinas nos plantea retos sobre cómo entender y situar debates en los que estos viejos rivales teóricos no se cierren a posturas cómodas, como creer que el poder incumbe exclusivamente a la teoría del Estado y no a la constitucional, o que el “sabio” legislador está desprovisto de intenciones e ideas políticas.
Retomando la primera premisa, lo “político de lo jurídico” no pretende otra cosa que señalar una cuestión quizá evidente para cualquier persona, pero maquillada dentro de las aulas de clase: el derecho está permeado por lo político y la política. Esto ha de entenderse en distintos niveles. En primer lugar, "la política" en un sentido lato, se refiere a que la normas, en todos sus niveles, son producto de la disputa de intereses por el control del Estado. Lo anterior, dicho en otras palabras, evoca un sistema de elecciones con partidos y movimientos políticos, con alianzas y acuerdos que representan todo un abanico de concepciones, con elegidos y excluidos de cargos uninominales y de cuerpos colegiados.
Entendiendo así "la política”, vale recordar que en nuestro país ha resultado ser sucia, pasional, corrupta e incluso manchada de sangre, dinero y mermelada. Por lo tanto, retomando la pregunta por lo jurídico, es del todo ilógico y contraevidente pensar un derecho limpio, impoluto y galante de la mejor justicia posible redactada por un sabio legislador. Igualmente, el derecho (en todos sus niveles) está permeado por actores, jueces y magistrados, con preferencias y visiones políticas en disputa, quienes no son ajenos a la pregunta por el poder y actúan en razón a sus convicciones.
Se objetará en este punto que los operadores jurisdiccionales investidos transitoriamente de su toga deberían contener sus posturas para fallar más allá de sus propias creencias. De ello no hay duda idealmente. Ahora bien, resulta ilusorio creer que el togado se despojará de sus convicciones o valores más profundos de 8 am a 5 pm, en horario de oficina, o colgará en el perchero de su despacho su militancia política. Lo anterior no en perspectiva de huir de "la política" como abogados, sino al contrario, para sentar claridad sobre el hecho de que la vida colectiva implica tomar decisiones, optar por una cosa o la otra. Vivir en sociedad es ser político. Incluso los apáticos toman su propia opción.
Superando “la política” en su sentido lato de funcionamiento, el segundo tópico “lo político” se presenta como un problema de distinto orden. No sobre la producción y funcionamiento de instituciones electorales, sino alrededor de la pregunta por el poder real: cómo se expresa en la sociedad, quiénes lo detentan, quiénes son los excluidos, y cuál es la visión de Estado que se tiene, entre otras cuestiones. En esto cabe mencionar de antemano que existen múltiples posturas que abarcan desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha; desde anarquistas y comunistas, hasta capitalistas a ultranza, y desde libertarios hasta autoritarios, donde la disputa por el poder, la hegemonía y el direccionamiento institucional, gubernamental, cultural e ideológico, se encuentran en relación directa con el derecho. Por lo tanto, lo político de lo jurídico, en lo que concierne a los abogados, es pensar el trasfondo de contradicciones de ideas plasmadas en normas, y el lugar del derecho en la disputa por estos lugares del poder.
“Lo jurídico de lo político”, la otra premisa, pretende cuestionar el agotamiento de lo segundo en lo primero. Es un debate sobre el lugar del derecho en las reflexiones sobre “lo político”, en donde la aspiración máxima de una postura no puede ser convertirse en una ley: una hoja de papel impresa en un diario oficial que nadie lee, que nadie conoce, que nadie aplica y que, en últimas, a nadie importa. Las conclusiones de los debates de ideas no pueden limitarse al fetiche jurídico (que ronda ampliamente a los profesionales de la Ciencia Política) de plasmar lo decidido bien sea en una ley, o peor en una política pública, y esperar tomarse el poder por decreto presidencial. En tal sentido, asir la autoridad para transformar los lugares existentes de la sociedad y ampliar el espectro de ideas posibles, son pugnas que no se agotan en la consagración normativa.
Finalmente, lo “político de lo jurídico” y lo “jurídico de lo político” invitan a cuestionar ciertas posiciones cómodas asumidas por muchos profesores, estudiantes y profesionales de ambas disciplinas. La ciencia jurídica no es neutra ni “apolítica”, al tiempo que la Ciencia Política tampoco solventará sus cuestiones en leyes de papel. Dicho lo anterior, la invitación a encontrar los puntos de encuentro y desencuentro está abierta.