¡Mi amor es mío, ¡no me lo limiten!
Los seres humanos nos relacionamos de maneras muy diversas. Cada persona es única. Por más que dos sujetos se parezcan, cada uno tiene sus propios gustos, intereses, experiencias, opiniones, expectativas y afectos que los hacen diferentes entre sí y los distinguen de los demás.
Teniendo en cuenta lo anterior, se esperaría que las formas de relación sexo-afectiva que las personas de una sociedad puedan llegar a construir sean muy diversas y que el derecho las legitime de igual manera a todas[if !supportFootnotes][1][endif]. Sin embargo, esto no es así en nuestra comunidad: la única forma de relación sexo-afectiva aceptada por la mayoría y legitimada por el derecho, es la monogamia.
Por estos motivos, y por la necesidad que evidencio de poner el debate sobre la mesa para que las personas comiencen a dar cabida a otras formas de relacionarse afectiva y sexualmente, en este artículo expondré algunos de los beneficios que a mi parecer traen las “relaciones abiertas” en contraposición con las relaciones de pareja normalmente practicadas, ya sean estas homosexuales o heterosexuales. De igual manera, plantearé el obstáculo principal que en mi consideración se nos presentará al momento de querer poner en práctica estas relaciones y que, si realmente queremos construir redes humanas más amplias y sólidas de apoyo, bienestar y cuidado, es fundamental superar.
En primer lugar, cuando entramos a formar parte de una relación monogámica, queriéndolo o no, nuestra libertad se ve coartada. Iniciar este tipo de vínculo con otra persona tiene la obligación implícita de, por ejemplo, solo tener relaciones sexuales con ella y solo compartir con ella un nivel de intimidad emocional profundo. De lo contrario, se estaría traicionando la confianza depositada. Pienso que esto es contrario a la naturaleza humana y por ende a su realidad. El hecho de que una persona se sienta atraída físicamente por otra, no significa que no pueda sentir lo mismo por otras y, de igual manera, el que alguien se sienta a gusto o cómodo/a compartiendo con otro/a a cierto nivel de intimidad emocional (risas, charlas, anécdotas, caricias, experiencias, secretos, etc.), no es motivo para que no pueda llegar a hacer lo mismo con otra persona al mismo nivel de profundidad y transparencia.
En segundo lugar, estando en una relación más abierta, en la que sus integrantes establezcan de manera clara y libre cómo quieren llevarla, hay la oportunidad de construir una red humana de apoyo, confianza, cuidado y amor mucho más grande y sólida que la que construimos sólo con una persona. Si tenemos en cuenta que en una relación monogámica, en la que nos entregamos de verdad, queremos lo mejor para nuestra pareja y esto nos lleva a cuidarla, consentirla, apoyarla en los momentos difíciles, celebrar con ella sus triunfos y darle nuestra confianza, entonces sería válido admitir, por lo menos por lo que indica la lógica, que en una relación más abierta, ese apoyo, confianza, cuidado y amor sería no sólo para una persona, sino para todos los seres con los que yo decida relacionarme sexo-afectivamente de una manera responsable.
En tercer lugar, y como secuencia necesaria de lo anterior, dándonos la oportunidad de llevar nuestras relaciones sexuales y afectivas de una manera diferente a las normalmente aceptadas, tendremos la oportunidad de conocer (en las personas con las cuales decidimos compartir estas relaciones) diferentes formas de ser y, por ende, diferentes gustos, dispares formas de ver la vida, disimiles cualidades e intereses, y contrarias formas de expresar amor, cariño, compresión y apoyo. Así las cosas, tenemos la posibilidad de conocernos más a nosotros/as mismos/as porque sabremos con qué nos sentimos más a gusto y, a su vez, no nos limita a tener que elegir entre una u otra persona.
Ahora bien, en mi criterio el principal obstáculo a superar cuando decidimos poner en práctica las “relaciones abiertas”, son los celos que nos producirá saber que esa persona que tanto queremos y quizá llegamos hasta a amar, tiene relaciones sexuales y comparte un nivel de intimidad emocional igual de profundo, quizá aún mayor, con otra persona. Al momento de querer encontrar la razón de ser de este sentimiento, surgirán muchas respuestas que serán válidas o no, dependiendo de la postura que cada persona tome. La mía es que hemos interiorizado tanto una cultura individualista que queremos que el amor, cariño, compresión, apoyo y demás sentimientos y afectos que esa persona nos puede transmitir, al igual que su cuerpo, besos, caricias y claramente el bienestar que esto nos genera, sean solo nuestros y de nadie más.
Por último, y teniendo en cuenta lo poco debatido que ha sido el tema, por lo menos en Colombia[if !supportFootnotes][2][endif], creo que es necesario aclarar que por medio de este artículo no pretendo promover en absoluto la idea de “tener sexo con cualquiera”. Al contrario: estoy en contra de la postura de desligar la parte afectiva de una experiencia, a mi parecer tan íntima como una relación sexual, ya que en este escenario estaríamos viendo a las personas como un simple instrumento del cual se hace uso para satisfacer deseos sexuales. Lo que sí deseo es que en las conciencias de las personas comience a tener cabida la idea de que los seres humanos somos infinitamente complejos y diversos y que, como resultado, no podemos limitar la manera como estos se relacionan sexo-afectivamente a un solo modo: la monogamia.
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[1] Siempre y cuando estas no vayan en contra de los principios y derechos fundamentales establecidos en la Constitución Política de Colombia.
[if !supportFootnotes][2][endif] En otros países de América Latina y Europa, como Argentina y España, el tema se ha debatido mucho más e incluso hay movimientos activistas que promueven estas ideas. Para mayor información puedes consultar el siguiente link: http://www.amorlibre.org/