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Entrevista con Julieta Lemaittre



Uno de los puntos que más importancia ha tenido en las negociaciones para la finalización del conflicto entre las FARC-EP y el gobierno ha sido el tema de participación política. Mientras en la Habana la mesa negociadora le apuesta a la democracia y a la materialización de los derechos políticos consagrados en la Constitución, en Colombia resurge el movimiento paramilitar asesinando y persiguiendo a líderes de varias movilizaciones de izquierda. Esta contradicción entre las apuestas políticas de la sociedad desde el derecho y la materialización de las mismas, o lo que es lo mismo la paradoja entre el “derecho en los libros” y el “derecho en la realidad” ha sido la esencia de la vida académica de Julieta Lemaitre.


Su interés se ha visto alimentado una y otra vez por acontecimientos que marcaron su “romance” con el derecho: los tanques de guerra entrando en el Palacio de Justicia en 1986 debajo de la célebre frase de Santander “Colombianos, las armas os han dado la independencia, las leyes os darán la libertad”, y tiempo después se promulga la constitución del 91 que consagra aquellos derechos que con tanto fervor anhelaban los colombianos, sin embargo, mientras se firmaba la constitución unos paramilitares se encontraban jugando fútbol con la cabeza de los campesinos, ¿cómo nos enfrentamos los estudiantes a una sociedad que pareciera avanzar desde el derecho pero que su realidad refleja todo lo contrario?, esta inquietud es con la que vivimos los estudiantes al estudiar derecho y que buscamos encontrar respuesta con Julieta: una mujer que realizó su doctorado en derecho en Harvard, autora de libros “El derecho como conjuro”, “¿Constitución o Barbarie?”, y muchas obras más que han suscitado inquietudes y profundas reflexiones en la forma en que estudiamos el derecho. Hoy le concede un espacio al periódico Ágora para realizar la siguiente entrevista:


JR: Julieta, este periódico nació buscando materializar las luchas por una sociedad más justa, sin embargo, siempre nos hemos enfrentado al reto de conectar lo que vemos en clase con la realidad, ¿por qué crees que los estudiantes asimilan el estudiar derecho con hacer una sociedad más justa?


J.L: Yo considero que eso se da porque el derecho mismo es así, esa ambivalencia está inscrita en lo que hace el derecho que es ordenar una sociedad y tener detrás de ese orden la amenaza de la fuerza. Entonces el hecho de que legitima el orden y que construye un orden hace que sea ambivalente porque no tiene un contenido definido, pareciera que fuera una herramienta que cualquiera puede usar. En este sentido, depende de la política de quien la tenga y para que la quiere usar, pero a diferencia de la política el derecho no es del todo un papel en blanco sino que en el lenguaje mismo tiene una relación con la justicia.


JR: ¿Por qué crees que muchos terminan decepcionándose de la posibilidad de que el derecho pueda generar un cambio?


J.L: Yo creo que lo que decepciona del derecho a los estudiantes es que la forma en como lo aprenden termina demostrándoles que esa relación no se da y casi toda la carrera le explican las formas en las cuales en la realidad nada está jugado de antemano, es decir, de antemano no podrás garantizar que el derecho tiene una relación con la justicia sino que tienes que tener una teoría de la justicia independiente, y de alguna manera llenar ese espacio con la voluntad política y utilizar el derecho para una causa. Sin embargo, muchas veces el derecho no te da la causa, muchos estudiantes piensan que el derecho da la causa porque en sí mismo tiene una relación con la justicia o con la dignidad o con la libertad y la igualdad, y en el proceso descubren que esos conceptos están vacíos, pues todos estamos de acuerdo en que esos valores son necesarios pero no estamos de acuerdo exactamente en qué significan. Por lo tanto, el recurso al derecho no les ahorra la disputa política, no les ahorra el reto mismo de que quieren hacer ellos con sus vidas y qué significado tiene este dentro de un contexto más amplio, para algunos no tiene importancia pues esto ya se los provee la familia, la educación, el derecho es para ellos sólo un oficio.


J.R: ¿Consideras que de implementarse más clases que tengan en cuenta este interés de los estudiantes cambiaría en algo la situación?


J.L: Para mí es un proceso de auto-conocimiento que no tiene por qué tener una autoridad, pues lo que hace es obstaculizar ese proceso para que sean más dóciles. Ese sentido de justicia que se le da al derecho viene de un proceso de auto-conocimiento.


J.R: Julieta, ¿cómo enfrentaste el reto de querer cambiar el mundo desde el derecho?


J.L: Mi interés desde que me dedique a la academia no es tanto cambiar el mundo como entenderlo, yo creo que si yo te fuera a decir que no quiero cambiar la sociedad es mentira, evidentemente quiero una sociedad mejor. El trabajo que yo escogí es entender las cosas, es tener el tiempo y el espacio que le permita dedicarse a investigar y dedicarse a comprender la injusticia en toda su complejidad. Para cambiarlo mi trabajo es funcional, en la medida en que sin información es muy difícil transformar la realidad. Yo creo que en parte es algo que sucede en Colombia: la falta de comprensión de las realidades propias se debe a la falta de producción de conocimiento local y la falta de teorización. Nos encontramos en una realidad sub teorizada y en esa medida creo que eventualmente lo que yo hago sería útil porque permitiría entender mejor el problema y en la medida en que se entiende mejor se puede imaginar un mundo donde estén resueltos esos problemas.


J.R: ¿Podemos ver el derecho más allá de un poder coercitivo?


J.L: Yo creo que la definición en sí misma de derecho es la coerción porque eso es lo que la diferencia de otras normas sociales, creo que además eso es lo que le atrae a mucha gente que quiere el cambio social y que tiene una atracción ambivalente hacia el derecho. O sea por un lado quieren que todo sea más justo y más bonito pero les parece efectivo lograrlo a punta de “bala”, es decir, cuando les dicen que hay que entender dicen que no, que la solución es meterlo a la cárcel. En esta medida para muchos el derecho es atractivo por esto, la gente que le gusta el uso de la fuerza al mismo tiempo es ambivalente frente a la coerción y quiere que esta sea arreglada.


J.R: ¿Inclusive en las corrientes progresistas que se inclinan más hacia la justicia social?


J.L: Existen muchas formas de hacer justicia social, las personas lo hacen porque tienen una satisfacción con la coercibilidad y con la simbología misma del derecho pero también con la potencialidad que tiene la coercibilidad, entonces es doble, le gusta la sensibilidad en el derecho pero creo que también les gusta que esté respaldada por el estado. Considero yo que el cambio cultural puede ser quizá más efectivo para la justicia social porque muchas veces las normas que no son coercibles son hasta más efectivas.


J.R: Julieta y para terminar, ¿Qué mensaje le quieres dar a los estudiantes que quieren cambiar el mundo?


Conózcanse a sí mismos en su época, la tarea es esa: la imaginación sociológica, es entender quiénes son y en qué momento histórico viven porque es a través de ese auto-conocimiento que empiezan aparecer las posibilidades de la transformación social y que lo que impide la transformación social es precisamente que lo sigan viendo como un asunto privado o como un problema personal e individual y no como una cuestión colectiva y que en la medida en que entiendan de dónde viene y cuál es su dimensión colectiva hay más posibilidad de lograr una transformación.

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