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Entrevista a José Antequera Guzmán: Una voz polémica que retumba por la paz

Hoy América Latina está des­pierta y se hace evidente que en Co­lombia hay voces que resucitan en su pueblo la antigua rebeldía, voces que al contrario de lo que piensan muchos han mantenido su llama encendida buscando alumbrar cami­nos de paz y propiciando vientos de verdad, transformación y conciencia social. Una de estas jóvenes voces es la de José Antequera Guzmán quien es co-director y creador del progra­ma “La otra vuelta” en Canal capital, co-fundador del Centro de memoria, paz y reconciliación y de la orga­nización H.I.J.O.S, abogado de la Universidad Externado de Colom­bia, integrante activo del MOVICE , columnista de diferentes medios de opinión y efusivo líder político que ha buscado mantener en la memoria el legado de su asesinado padre. A él gracias por brindarle al periódico Ágora la presente entrevista


A: José coméntenos un poco so­bre la organización H.I.J.O.S. Más específicamente sobre el ¿Cómo, por qué y para qué surge?


José: La organización comien­za llamándose Hijos e Hijas por la memoria y contra la impunidad y surge a partir del hecho de que hay jóvenes que son hijos de personas asesinadas, desaparecidas y que han sido víctimas de violaciones a derechos humanos, los cuales en un momento de la vida se van encon­trando poco a poco en diferentes fe­chas conmemorativas. Es así como H.I.J.O.S surge en 2006, buscando evitar la impunidad en el proceso de paz que se estaba implementando con los grupos paramilitares y bus­cando mantener en la memoria a las personas que asesinaron estos gru­pos. Y en ese momento como no se hablaba nada de la paz y era un tema vetado por el gobierno, también ha­bía una necesidad de reivindicar lo que eso significaba y representar la fuerza de una nueva generación na­ciente. Por eso decidimos crear esta organización y para crearla, lo que hicimos fue mirar los ejemplos de otras organizaciones que ya existían en Argentina y Guatemala. A partir de ahí comenzamos a hacer muchas conmemoraciones. Es así como nuestra actividad comenzó, hasta el punto que transformamos después nuestro nombre en Hijos e Hijas por la identidad, la justicia, contra el olvido y el silencio.


A: ¿En ese sentido todos los in­tegrantes de HIJOS se consideran víctimas en alguna manera?


J: No, el concepto de víctima es un concepto meramente jurídico, Hijos surge entre otras cosas plan­teando la necesidad de NO reivin­dicarnos como víctimas, porque el concepto de víctima se refiere es­pecíficamente a un carácter como persona que sufre las violaciones a los Derechos Humanos, y nosotros como hijos de personas que hacían actividad política lo que hemos rei­vindicado es que si somos víctimas, pero más allá de ese concepto jurí­dico somos muchas otras cosas. So­mos hijos de personas que lucharon y que creyeron en un proyecto de país y somos además jóvenes que tienen un proyecto a partir de su ex­periencia. Es un concepto más am­plio que el tema de víctimas, pues el Estado nombra de alguna manera tu reivindicación, pero tú mismo no te nombras necesariamente como el Estado te nombra. Cuando el Estado te nombra de una manera particular, eso políticamente significa una ma­nera que, puede ser una manera de domesticar tu reivindicación y no­sotros siempre hemos sido críticos contra lo que eso significa, pues sa­bemos que en Colombia la reivindi­cación de las víctimas tiene que ser más amplia y compleja porque no puede quedarse ahí.


A: ¿Ustedes que tipos de deman­das buscan hacerle al Derecho co­lombiano, es decir que le piden al Derecho colombiano desde la orga­nización?


J: Nosotros participamos de un conjunto de demandas que ha ela­borado lo que en Colombia ya se conoce como el Movimiento de víc­timas de crímenes de Estado (MO­VICE) y ese es un movimiento que tiene a muchas otras organizaciones en él con objetivos en común. El primer objetivo en común es la de reivindicación y reconocimiento de los crímenes de Estado, porque en Colombia se reconoce la posibili­dad de que hayan cometido viola­ciones unos agentes del Estado de manera aislada de las instituciones, pero no se reconocen los crímenes de Estado como tal. Y esa reivindi­cación incluso tiene que ver con la Reforma a la Ley de Víctimas y con que dentro de la definición de vícti­ma que tiene la ley, pueda ampliarse el reconocimiento a más personas que no son víctimas formalmente pero sí lo son materialmente. Y hay además un conjunto de reivindica­ciones que tienen que ver con Ver­dad, justicia y reparación.


A: En este sentido, ¿ustedes consideran a las víctimas como una minoría en Colombia? ¿O se puede decir que todos hemos sido víctimas en algún momento?


J: Actualmente en la ley se en­tiende que son víctimas las perso­nas que han sufrido violaciones a los Derechos humanos con ocasión del conflicto armado, hecho que reivindicamos que se amplíe, pues deberían ser reconocidas como vic­timas jurídicamente personas que han sufrido violaciones a los Dere­chos Humanos, por ejemplo el ge­nocidio, que no es un crimen que se pueda considerar como consecuen­cia directa del conflicto armado, porque no es una secuela de las con­frontaciones. Además políticamente las personas no deberíamos com­prender ni que todos somos vícti­mas ni que nuestra definición es que fundamentalmente somos víctimas, trasladar eso para nosotros ha sido problemático y no es la propuesta.


A: ¿Por qué problemático?

J: Primero porque filosóficamen­te si uno dice que la sociedad toda es víctima, uno está trasladando to­das las consecuencias nocivas de lo que significa ser reconocido como víctima. Ser reconocido como víc­tima es importante jurídicamente, pero tiene una consecuencia política negativa y es que víctima es un con­cepto vinculado con la inocencia y la posición pasiva. Y trasladar eso, no es responsable. En el caso nues­tro, nosotros tenemos claramente conciencia de que hemos ejercido una lucha política y activa en el país. Entonces la noción de víctima no parece lo más ajustado a la iden­tidad real nuestra, pero además la sociedad en general si se asume como víctima, muy probablemen­te puede caer en la consecuencia negativa de la victimización que es asumir que es irresponsable de un problema. Entonces una sociedad que se marca sobre la idea de que todos hemos sido víctimas, es una sociedad a la que es muy difícil in­terpelarla sobre su papel en la re­producción del conflicto, su papel como una sociedad que ha justifi­cado muchas veces las violaciones a los Derechos Humanos, no sólo que ha guardado silencio o que ha sido indiferente, sino que muchas veces ¡las ha justificado! En su concepción, en su pensamiento de la vida, en cómo ha visto en las no­ticias cuando asesinan una persona y ha justificado el hecho “porque se lo merecía”.


A: ¿Considera que el derecho colombiano actual es capaz de ser un instrumento que solucione el conflicto? ¿O se tiene que replan­tear desde sus bases?


J: Hay muchas cosas que replan­tear y eso pasa por muchos niveles, pasa por replantear el marco jurí­dico en algunos casos, pasa por re­plantear la actitud de los operadores de justicia en otros o también por replantear el problema que tenemos de los legisladores, que es un pro­blema no resuelto. Y en ese sentido hay muchos cambios que hay que hacer. Aunque cabe rescatar que los movimientos por los derechos humanos comenzaron a tener desde los 90 un espacio levemente mayor, aún dentro de un marco de desle­gitimación a las reivindicaciones sociales. Ha habido gente muy pila que supo utilizar las herramientas del derecho, tanto del internacional como de los avances de la Constitu­ción del 91 para defenderse.


A: Usted al participar en una de las delegaciones que fue a la Haba­na, ¿Qué percepción le dejó la for­ma como se está llevando a cabo el proceso?


J: Fue muy buena la percep­ción, en realidad fuimos a la Haba­na varios integrantes de H.I.J.O.S, en varias delegaciones distintas. Y cuando uno va a la Habana logra descubrir que hay un proceso muy serio, y posibilidades muy impor­tantes en el país, porque se nota la voluntad y el acumulado histórico que está ahí puesto para poder solu­cionar el conflicto. Además porque entre las propias víctimas había una lección histórica y compromi­so que el país todavía no conoce y es cómo personas muy diferentes son capaces de dialogar y relacio­narse con personas muy distintas.


A: ¿Cómo considera que se pue­de trascender más allá del perdón político?


J: El perdón político se podría catalogar como ese conjunto de me­didas que tienen efecto jurídico y en las que incluiría las amnistías y los indultos frente a los que han sido combatientes reconocidos como re­beldes políticos, etc. Ir más allá de ese perdón político no tiene sentido, sino que es fundamental lo contra­rio, se trata de que el perdón vuelva a tener su carácter político. No debe ser un problema específicamente ju­rídico, es decir un problema de com­paración entre los hechos y las leyes en una interpretación exegética. El objetivo es la recuperación del ca­rácter político del debate sobre el perdón, que eso significa que no es un problema personal, es decir que el problema del perdón no es que yo vaya y le de la mano a alguien, y tampoco puede limitarse porque supuestamente las leyes dicen una cosa cuando el país realmente nece­sita otra, es evidentemente algo más profundo, donde manda la realidad por encima del derecho.


A:¿Usted cómo percibe el mo­delo de justicia para el proceso de paz? que propondría ¿justicia tran­sicional o no?


J: El movimiento de víctimas generalmente hoy está de acuerdo con que sea posible la justicia tran­sicional, es decir que es necesario un modelo de justicia, con unos criterios de soberanía, que puedan ayudarnos a resolver el problema. El asunto es el tipo de propuestas que se están discutiendo hasta el momento y para nosotros es una posición muy difícil, porque en el país se ha logrado imponer la tesis de que el gobierno de Santos es la línea oficial y su oposición es el go­bierno de Uribe y el movimiento de víctimas pasa a un lugar marginal. Nosotros tenemos una posición que es totalmente contraria a la posi­ción del Uribismo y es que estando nosotros de acuerdo con un proceso de justicia transicional no pensamos en que se pueda equiparar a las guerrillas con las fuerzas militares, pero no por lo mismo que dice Uri­be. Nosotros argumentamos que si queremos la paz, pero afirmamos que precisamente la fuerza pública colombiana, por el hecho de estar amparada bajo la ley y de ser la fuerza del Estado no puede ser equi­parable a un grupo guerrillero que es ilegal. En Colombia el Estado y la fuerza pública, al ser legítimas, deben reconocer su responsabili­dad en el conflicto y también debe­rán someterse a la justicia. Si no se reconoce eso y si no se dan garan­tías, va a ser muy difícil hacer las transformaciones importantes para la no repetición del conflicto, y ahí está el debate, de si se va permitir la repetición de la historia que sufrió la Unión Patriótica, el M-19 u otras guerrillas, que fueron atacadas des­pués de su desmovilización.


A: ¿Cómo ven a la juventud en el proceso de paz?


J: Creo que es difícil. La defini­ción de juventud es cada vez más complicada, pero en el rango de edad de las personas más jóvenes, hay muchas personas que pasaron su etapa de construcción de con­ciencia política fundamentalmente durante el gobierno de Uribe, entre bombardeados por unos mensajes unánimes de una gran política de guerra, los ocho años de Uribe van a ser recordados en el país como los años de una gran ofensiva en contra de las guerrillas y una ofensiva que fue militar, cultural, simbólica y en el lenguaje. Muchísima gente joven creció en ese ambiente, entonces ahora creo que hay un gran debate entre la juventud implícito, que no se ha hecho público. Nosotros tene­mos una juventud colombiana que está creciendo con una gran ambi­güedad, porque le dijeron durante ocho años que las cosas eran de una manera y que tenían que hacer las cosas de esa manera y ahora les es­tán diciendo que la tienen que ha­cer de otra de la noche a la mañana. Creo que esto afecta la conciencia de mucha gente joven que hace que termine siendo una juventud muy pasiva frente al proceso de paz porque inevitablemente tiene una siembra de desconfianza que se le sembró ahí por muchos años. Sin embargo creo que es una juventud que está aprendiendo de los dos momentos, que es una juventud que cuando ingrese a la adultez, va a te­ner presentes los dos momentos y va a expresar un gran descontento ante lo que ha significado que le digan tantas mentiras de un lado y del otro y sobre todo se va a expresar cuan­do se encuentre con una realidad de no tener un país justo en términos económicos y sociales. Eso va a significar que la juventud que vivió ocho años de bombardeo y guerra y otros tantos de la paz, cuando vea que ninguna de esas dos cosas re­solvieron sus problemas urgentes, vamos a tener algo muy bueno para el país y la democracia, vamos a te­ner gente que sin el lastre de la gue­rra y la paz, pueda agarrar el debate serio de lo que significa el proyecto económico y político de desarrollo del país , de nuestros recursos na­turales, todos los temas que están aplazados porque el proceso de paz y su confrontación con el proyecto de guerra los han tenido


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