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Academia y Poder Político (o sobre la visita del Procurador a la Facultad)

El semestre pasado se inaugu­raron oficialmente las nuevas ofi­cinas de la Facultad. Una nueva arquitectura para marcar un nuevo comienzo. El acto oficial fue una bendición del Rector recordando la historia y tradición de la Facultad. Simultáneamente a las intervencio­nes de directivas, detrás del atril desde donde ellos hablaban, había una pantalla que mostraban imá­genes celebrando la tradición: pas­aron fotos de Julio César Turbay, Álvaro Uribe, Belisario Betancur, Andrés Pastrana, entre otros, en sus visitas a la Javeriana. En medio del ceremonioso acto, la presencia del Procurador actual, Alejandro Ordóñez, reforzaba el mensaje que salía de las pantallas.


Al mismo tiempo, las palabras que nos llegaban a los asistentes hablaban del compromiso de la Facultad y la Universidad con la construcción de una sociedad en el posconflicto, resaltando además la capacidad de esta casa de estudios para “reinventarse” con el paso del tiempo y, así, estar a tono con el paso de la historia. El ejercicio de reinvención mostrado, a mi parecer, consistía en ver cómo la Facultad había estado muy cerca al poder político durante su historia, fueran liberales, conservadores o “procu­radoristas”. El panorama dominante de las imágenes y las palabras del acto era el de la cercanía. Ello ll­evaba a una tensión: por un lado, las palabras en pro de los derechos hu­manos y, de otro, la figura de Julio César Turbay pasando en los moni­tores; algo parecido resultaba en la apuesta por la construcción del posconflicto como parte del norte de la Universidad y la presencia de una de las personas que más reser­vas, críticas y obstáculos ha plant­eado respecto al tema. Y podríamos seguir con una lista de tensiones de­trás de los mensajes hablados y los símbolos de esta celebración.


Mi inquietud luego de este acto es sí podríamos narrar, resaltar y celebrar una tradición distinta. No quiero plantear que la tradición descrita anteriormente sea falsa o que la que algunos buscamos sea la verdadera; comparto la idea de que construir una tradición significa estructurar “una serie de prácticas normalmente regidas por reglas ex­presa o tácitamente aceptadas que tienen una naturaleza simbólica o ritual, las cuales buscan inculcar ciertos valores y normas de compor­tamiento a través de la repetición, lo cual automáticamente implica con­tinuidad con el pasado”1. Se trata entonces más bien de plantear una narrativa alternativa que permita retar la narrativa de la reinvención y de la cercanía al poder político. Quisiera buscar una tradición que resalte la independencia y no la cercanía.


La independencia académica es clave para poder hacer crítica, en­tendida esta última como un aparato intelectual que se vale de múlti­ples herramientas para entender la manera como se construye el poder en la sociedad, en mi caso desde el derecho, y cómo se naturalizan ciertos supuestos que se consideran incuestionables para cerrar las po­sibilidades de cambio de un statu quo. La crítica abre así perspec­tivas, promete abrir posibilidades de transformación alertándonos sobre las formas como reproduci­mos cualquiera de las estructuras de poder.2 Así, la crítica mira con sos­pecha al poder de las instituciones y de los discursos sociales que jer­arquizan nuestra vida en comunidad y cuestiona si esa es la manera más justa para distribuir el poder. La in­dependencia académica respecto al poder y una nueva narrativa desde una perspectiva crítica implicaría una tradición opuesta a la resaltada en el acto de inauguración: la pre­gunta es si podemos reinventarnos desde la crítica para cuestionar per­manentemente al poder, su ejercicio y la forma como se justifica.


¿Podemos contar la historia de la Facultad desde la independencia crítica? Es difícil, pero el primer paso es visibilizar lo invisible en la narrativa dominante propia de un acto como el que menciono. Algu­nos ejemplos: un abogado javeriano publicó en el año 2000 un libro des­de donde elaboró un método para leer la jurisprudencia constitucional protectora de derechos y defender estas construcciones de quienes la atacaban por vulnerar el imperio del derecho. El libro transformó a una generación de progresistas. Un profesor de la Facultad ganó recien­temente un premio a la mejor tesis doctoral en la Universidad de Sa­lamanca por un trabajo que intenta descubrir espacios discursivos en el derecho de la competencia que le­sionan a los consumidores (la par­te débil). Un grupo de profesoras y profesores han apoyado comunida­des campesinas para defender sus posiciones sociales frente a empre­sas multinacionales.


La misión es entonces abrir el debate sobre nuestra identidad, pensar que esta construcción nunca acaba, abrirnos a la contención y a la disputa proponiendo una Facul­tad distinta, distanciada del poder, reclamando una independencia para hacer crítica. Y así quizá, Alejandro Ordóñez y otros no sean los invita­dos de honor a estos actos sino los cuestionados de honor.


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