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La ética del abogado.


El derecho es una de las profesiones más cercanas al comportamiento del ser humano. El abogado está intrínsecamente ligado a la sociedad y a la multiplicidad de relaciones que la componen, por eso nuestra profesión debería llevarse a cabo con las más altas virtudes en lo profesional y especialmente en lo ético. Revisando los pensum en otras universidades, incluyendo la nuestra, lamentablemente la cátedra sobre ética es mínima en comparación a lo que nos vamos a tener que enfrentar en el futuro. Si bien los principios vienen del hogar, es responsabilidad de las instituciones educativas ampliarlos y fortalecerlos.


Desde que iniciamos a la universidad, nos intentan inculcar el cómo debe ser el “buen abogado”, pero desde que entré, todos mis profesores explican diferentes posturas sobre cual es la mejor rama del derecho, cómo debemos actuar para siempre ganar un caso, y en general, temáticas de dicha índole. No obstante, en mi opinión, creo que en nuestra, y en todas las facultades de derecho, hace falta una materia que nos hable realmente de la ética que debemos seguir, esto quiere decir que realmente nos enseñan teorías jurídicas importantes y de gran aplicación en la vida cotidiana, que nos enseñen a actuar como seres humanos en busca del bienestar del otro y no cómo ganar beneficios de las demás personas a partir de sus problemas.


No estoy en contra de los honorarios ¡qué clase de persona sería si lo estuviera!, estoy en contra más bien de que nos falta mucha más humanidad a la hora de actuar. Los grandes abogados de este país creen que lo más importante para todos es la fama que se obtiene como consecuencia de la ganancia económica. Es por esta razón que casos como el de Colmenares tienen tanta publicidad, ¿a cuántas mamás les ha tocado ir a medicina legal a buscar a sus hijos a quienes han matado de manera injustificaLa ética del abogado.


Tras mucho tiempo de estudiadas las palabras del filósofo y romanista alemán Rudolf Von Ihering, su gran obra, que suele estudiarse desde los principios del pregrado de ciencias jurídicas, parece perder vigencia en los espíritus de los estudiantes de Derecho y sus maestros. Esa incansable lucha por los derechos, que a cada quien nos ocupa en referencia a las prioridades de nuestra comunidad, en este caso la del estudiantado, se está durmiendo en medio de las inconformidades calladas, las quejas silenciosas y los chismes de pasillo. La política universitaria, distrital y nacional han consumido los ideales y las energías de las mentes jóvenes que vienen a la Universidad a prepararse, a llenarse de argumentos, de conceptos, de prácticas encaminadas a la consecución de lo que creen justo, prioritario, noble o por lo menos provechoso.


En la política nacional la resignación o la esperanza fijó los cuatro años siguientes del país, en la política distrital los engranajes de la alta política se destaparon ante la opinión pública (de ambos sectores Oficialista y Oposición) afinando las actuaciones mediante las instituciones del Derecho, que con el tiempo se han prestado para generar relaciones subyugadoras con el pueblo, y por último la política universitaria, la que se supone que sea el espacio y la herramienta de construcción de derechos del estudiante, es un sistema ineficiente, incapaz de convertir las voces de los estudiantes en derechos.


Al final, tal como las vocerías/ representaciones estudiantiles anteriores, el desgastado espacio, cansados por la burocracia, las reuniones meramente sociales, la evasión “políticamente correcta” de las peticiones de esta comunidad, se decide a renunciar a la lucha por el derecho; y el bien que nos atañe a todos, que hace parte de nuestra “pequeñita” esfera de instituciones jurídicas que podría amparar nuestras necesidades, muere con la llama de la lucha; mueren y son olvidados en un cementerio apodado democracia y construido con las sólidas instituciones de la burocracia.


En últimas este somero texto (crítico, por demás) no busca la concreción y la persecución de un derecho mediante la anarquía (pues, en mi concepto derecho y anarquía da? A muchas, claro está, pero lo que también es claro es que ninguna de ellas ha tenido ni la mitad de la atención que el mencionado caso Colmenares tuvo. Por otro lado, encontramos por ejemplo, que el caso de Rosa Elvira Celis duró en auge unas pocas semanas, hasta que, se podría decir, no pudo mantenerse más en los medios. Personalmente, considero que este caso es muchísimo más impactante que el de Colmenares (debo aclarar que no estoy justificando que lo que le hicieron a él no fue grave e inhumano), pero en comparación a lo que le hicieron a Celis, este caso debe causarnos un impacto e indignación mayor.


Cada vez que veo las declaraciones que hacen los grandes abogados, no sólo Lombana o Granados, que en mi opinión son eminencias en el derecho, sino una cierta cantidad de “juristas” en general, percibo que sus pronunciamientos dejan mucho que desear, ¿realmente tienen ética? Porque viendo cómo se expresan pareciera que tienen más afán en ganar el caso utilizando cualquier medio, que realmente hacer justicia. En lo personal creo que no debería ser así, la ética que nos deberían enseñar debe encaminar a hacer funcionar el sistema judicial de manera eficiente.


Nosotros necesitamos más que solo teoría y consejos para defraudar al sistema jurídico, necesitamos que nos enseñen o cultiven de forma decidida el “ser humanos”, y no a ser simples relatores de normas. Esto para que cada vez que hablen de los abogados se refieran a nosotros (yo en proceso de formación) como personas correctas que buscamos una sociedad diferente y no conformes y destructores de lo que nos queda por sociedad. Suena demasiado utópico tal finalidad, pero enseñándonos valores como el de la ética, empezaremos a cambiar todo.


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