A propósito de la Lucha por el derecho, la democracia y la burocracia:
Tras mucho tiempo de estudiadas las palabras del filósofo y romanista alemán Rudolf Von Ihering, su gran obra, que suele estudiarse desde los principios del pregrado de ciencias jurídicas, parece perder vigencia en los espíritus de los estudiantes de Derecho y sus maestros. Esa incansable lucha por los derechos, que a cada quien nos ocupa en referencia a las prioridades de nuestra comunidad, en este caso la del estudiantado, se está durmiendo en medio de las inconformidades calladas, las quejas silenciosas y los chismes de pasillo.
La política universitaria, distrital y nacional han consumido los ideales y las energías de las mentes jóvenes que vienen a la Universidad a prepararse, a llenarse de argumentos, de conceptos, de prácticas encaminadas a la consecución de lo que creen justo, prioritario, noble o por lo menos provechoso. En la política nacional la resignación o la esperanza fijó los cuatro años siguientes del país, en la política distrital los engranajes de la alta política se destaparon ante la opinión pública (de ambos sectores Oficialista y Oposición) afinando las actuaciones mediante las instituciones del Derecho, que con el tiempo se han prestado para generar relaciones subyugadoras con el pueblo, y por último la política universitaria, la que se supone que sea el espacio y la herramienta de construcción de derechos del estudiante, es un sistema ineficiente, incapaz de convertir las voces de los estudiantes en derechos.
Al final, tal como las vocerías/representaciones estudiantiles anteriores, el desgastado espacio, cansados por la burocracia, las reuniones meramente sociales, la evasión “políticamente correcta” de las peticiones de esta comunidad, se decide a renunciar a la lucha por el derecho; y el bien que nos atañe a todos, que hace parte de nuestra “pequeñita” esfera de instituciones jurídicas que podría amparar nuestras necesidades, muere con la llama de la lucha; mueren y son olvidados en un cementerio apodado democracia y construido con las sólidas instituciones de la burocracia. En últimas este somero texto (crítico, por demás) no busca la concreción y la persecución de un derecho mediante la anarquía (pues, en mi concepto derecho y anarquía se repelen), ni busca desconocer las tan importantes instituciones que nos rigen; pero sí busca generar una fundamental reflexión en los estudiantes, profesores y miembros administrativos que me leen, llamándolos a reavivar la llama de la lucha por los derechos, buscar la “lid” (la pelea por nuestra voluntad) mediante las instituciones del derecho de una facultad, un distrito y una nación que integramos.
Podemos comprender que somos el motor de esta y más comunidades, que requieren nuestra voz, nuestra “espada” (fuerza-activismo) por lo que nos pertenece, somos los estudiantes de una facultad de Derecho, que persigue sus instituciones para convivir en relaciones no de “opresor y oprimido” sino de sujetos con fuerza equivalente. La lucha institucional y la democracia política no se oponen, se complementan y se aman, y sus frutos serán bien recibidos. Sí el sistema, al que me refiero, ha venido fallando, es fundamental que la crítica escape de los chismes de pasillo, de las quejas de salón, de las inconformidades calladas y las burlas espalderas, se transformen en medios democráticos para que todos integremos en esta facultad una voz legitima y abierta a nuestras luchas, prioridades y necesidades.
Un órgano colegiado con el que nos identifiquemos plenamente, porque allí podemos hablar, escuchar y ser escuchados para allegar nuestras pretensiones, inconformidades, quejas y sugerencias de este entorno que tanto nos importa. Un órgano que no se encargue de abolir los medios vigentes como la representación de los estudiantes, de los profesores, etc.; sino que por el contrario busque integrar y hacer más eficientes los puentes de diálogo, lucha, trabajo entre los sujetos que la componemos. Una facultad de derecho, está llamada a avivar su llama de lucha, su energía por la “lid”, su voz por medio de la democracia, de las vías que nos fijan las normas de nuestra pequeña sociedad universitaria; una llama y una voz que no deben permitirse ser apagadas por el cáncer de la burocracia; el fenómeno de la desigualdad, de la opresión mediante el abuso de las instituciones y del silencio obligatorio al que nos vemos sumidos con la actualidad
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