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“Conseguir la paz, el vivir bien, el desarrollo y la integración de nuestra América”

Hace 24 años, se vivía un escenario histórico bastante sombrío para los proyectos progresistas, sociales y de izquierda; se vislumbraba ante los ojos del mundo la caída inminente del muro de Berlín, y consigo, el desplome político del “socialismo real” como alternativa al capitalismo en su fase neoliberal. Frente a esta coyuntura histórica, se trazó decididamente un proyecto unipolar, en el cual se avizoraba un tiempo en el que la sociedad transitaría por un mismo sendero, y en donde lo plural no tenía cabida en un mundo que predicaba la “única vía” y “el fin de la historia”.

Bajo este escenario, y frente al escepticismo de gran cantidad de sujetos desencantados, empezaron a surgir en América Latina proyectos de construcción alternativa de poder, en los cuales se argüía la importancia de afrontar las realidades de nuestro tiempo; realidades que el sistema unipolar no podía, ni quería subsanar, y que de manera objetiva, afectaban a la gran mayoría de la población mundial.


De esta forma, en 1990, se convoca en Sao Paulo, Brasil, un primer escenario de discusión y debate de diversas organizaciones, partidos y movimientos políticos, que se reunieron a petición del Partido de los Trabajadores de Brasil, para analizar la coyuntura del momento y las diversas líneas de acción que se deberían emprender dada la situación de ese entonces (avanzada del neoliberalismo, y con él, la profundización de una serie de problemáticas a escala mundial, como la violación de la soberanía, de los derechos sociales y políticos, afectación a los recursos naturales, incremento de las crisis cíclicas de la economía, entre otros…).


A partir de ese año y hasta la actualidad, el foro se ha venido reuniendo de manera ininterrumpida, logrando construir una verdadera alternativa de poder regional, en donde la consigna de “Otro mundo es posible” se hace cada vez más visible y materializable a lo largo de nuestra geografía regional.


De esta forma, el pasado mes de agosto, se desarrolló en La Paz, Estado Plurinacional de Bolivia, el XX Encuentro del Foro de Sao Paulo, en donde además de profundizar en discusiones y retroalimentar logros alcanzados en la región, se reflexionó sobre la importancia de “preservar los cambios para profundizar en lo conseguido”. Para ello, se destacaron cinco conquistas que el Foro ha obtenido, y que como tal, deben caracterizar un proyecto digno, humano y transformador en nuestros tiempos.


La democracia es sin duda alguna, un método creador y transformador; los proyectos progresistas de América Latina y el Caribe deben asumir y ver en la democracia una verdadera herramienta de cambio. Sin embargo, per se, la democracia no implica estos valores. Para que la democracia sea una herramienta social, debe ser entendida como tal, debe haber una apropiación social de la democracia, y construirse como el espacio propio para la hegemonía, entendida en sentido “gramsciano” del liderazgo intelectual, cultural, ideológico y político.


Por otro lado, es importante acotar el giro teórico y práctico que se la ha dado a los conceptos de go bernanza y legitimidad; aun cuando nuestras sociedades tradicionales y conservadoras han entendido la gobernabilidad como la politiquería, la burocracia y la dominación. Los nuevos proyectos políticos, deben entender que gobernar no es un rol que deviene de unas meras elecciones, sino que significa primordialmente la capacidad de construir un bloque de poder social y político en conjunto con la población; “la legitimidad de nuestros países viene entonces por victoria electoral pero también, por movilización permanente y acción colectiva de los distintos movimientos sociales”.


Un tercer elemento de suma importancia, es la avanzada en el desmonte del neoliberalismo como paradigma de desarrollo socio-económico, con esto, se ha pretendido implementar políticas de desarrollo que busquen: a) recuperar empresas estratégicas; b) ampliar los bienes comunes y reformular la importancia de lo público; c) redistribuir constantemente la riqueza y combatir la corrupción que usurpa los excedentes económicos del Estado; d) avanzar en el rompimiento de la contradicción entre capital y trabajo.


Así mismo, es importante traer a colación otro elemento que debe ser propio de un proyecto político alternativo, y es el de la esperanza como valor movilizador. La esperanza es decisiva a la hora de efectuar cambios y profundizar en los mismos; “los sujetos no actúan porque sufren, sino actúan por que tienen esperanza en que ese sufrimiento puede cesar”. Cultivar la esperanza y hacerla parte del “buen sentido” de la población, es un imperativo político.


Finalmente, la última conquista alcanzada por el foro y que debe ser desarrollada en los proyectos políticos alternativos de la región, es sin duda alguna el internacionalismo y la expectativa de integración regional. Con este punto, se hace un llamado a la importancia de la unidad latinoamericana como eslabón esencial en el desarrollo autónomo y soberano de la región; se ha avanzado en la constitución del ALBA, la CELAC y la UNASUR pero aun así, falta generar políticas más contundentes que fortalezcan el desarrollo y la unidad de nuestra América.


En este orden de ideas, se puede observar la trascendencia que ha tenido el Foro de Sao Paulo en la consecución de una real alternativa de poder social y político en la región, el cual no busca su conquista como un fin sí mismo, sino como herramienta para construir el buen vivir, la paz y la dignidad para nuestros pueblos.


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