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Un señor padre, un señor decano


Me fue solicitado por parte de los miembros del, tal vez novicio, pero destacado, periódico Ágora, que redactase un artículo referente a la decanatura que con desanimo de algunos, recientemente concluyó. Cabe aclarar que la tarea que me fue encomendada, bien es sabido por muchos, pudo haber sido realizada de mejor manera, por alguien mucho mas docto, como lo son sin número de profesores, estudiantes y demás miembros afines a nuestra facultad, los cuales compartieron la misma ventura de relacionarse cordiales con la decanatura, por lo que puedo resaltar, de manera coloquial, “candidatos no faltaron”. Aun así, el motivo de que mi nombre haya sido considerado, no es un secreto, se debe a tan fecunda y entrañable relación que por fortuna he compartido con el señor decano, y por ello agradezco profundamente tener la beatitud de poder redactar el presente artículo.


Sobre el decano Carlos Ignacio Jaramillo poco falta por decir sin temor de ser repetitivo, esto debido a que ha sido un hombre de gran aprecio por parte de la mayoría, así estima-do por sus alumnos, maes-tros, colegas y familiares, esto a consecuencia del gran dechado de valores humanos de los cuales goza, así la decencia, la prudencia, la honestidad, el respeto, la humildad, entre otros de igual renom-bre. Una persona que en su decanatura propendió por mantener abiertas las puer-tas de su recinto -en tanto Me voy a tomar el atrevi-miento de plasmar en este artículo una opinión que circula entre los estudian-tes de Ciencias Jurídicas de la Pontificia Universi-dad Javeriana. La voz de impotencia de mis colegas y la mía, por supuesto, se acrecienta al saber que los días pasan y con su paso se van reduciendo las jorna-das en las que nos va a acompañar uno de los per-sonajes más queridos por la facultad. El admirado por todos: decano del Medio Universitario. Carlos Julio Cuartas Chacón, más conocido le fue posible- a todos aquellos: reconocimientos, felicitaciones, agradeci-mientos, saludos etc... Pero también a todas ellas: solicitudes, quejas, y difi-cultades.


¡Que bienvenidas sean! Es lo que por parte de él podía escucharse, sin ningún desánimo, aun cuando, como bien es sabido, tiempo es el elemento del que mas carecía, ya que todo del cual ha dispuesto ha procurado brindárselo a su, sin lugar a dudas, más grande pasión, y en este ultimo sexenio principalmente al desarrollo de su decanatura, en plena entrega y servicio de nuestra universidad, in especifico de nuestra facultad. Es por dicha carencia, que se le podía ver corriendo de un lado a otro por los pasillos de la facultad,con su respectivo café en mano, “Jaramillo no camina, él corre.”A riesgo de equivocarme podría afirmar que el decano Jaramillo es la persona más entregada: a su profesión, al derecho y a la justicia.


Este Quijotesco persona-je que se pasa las noches de texto en texto, pero en cambio de caballerescos, son jurídicos, que con gran porte en vez de armadura ha cargado una toga, que arremete contra aquellos afamados molinos, pero en lugar de lanza se abalanza con una pluma entintada, quien por supuesto tam-bién refiere a una musa a la cual consagra sus proe-zas, pero en cambio de Dulcinea la llama Iustitia.


Para dar fe de la mencio-nada entrega, recuerdo que alguna vez en una reunión con el profesor Juan Carlos Galindo, él expre-so: “El trabajo de Carlos Ignacio Jaramillo, es el Derecho, estudia Derecho, e incluso su hobby es De-recho”. En pocas palabras, su vida es eminentemente el derecho puro. Lo ante-rior para algunos más que un pro, podría ser un contra, pero en lo que a mí respecta ¿Qué podría ser más honroso y dignifican-te que ello? A final de cuentas, como bien lo dijo el Dr. Llamas Pombo, justo después de haber estado presente en la defensa de la tesis doctoral del decano, "El derecho no es para la vida, la vida es para el derecho." Por lo anterior, el presente escri-to, el cual puede llegar a parecer un dechado o si se quiere un compendio de elogios, no tiene dicha finalidad como única. Empero de así serlo ¿qué más puede hacer un hijo, si se le otorga tarea como esta? No sólo pretendo transmitir la admiración que tiene un hijo por su padre, quien lo ha encami-nado en esta tan bella pro-fesión haciendo especial cumplimiento del décimo mandamiento de los abo-gados, “Ama tu profesión: Trata de considerar la abo-gacía de tal manera que el día que en que tu hijo te pida consejo sobre su des-tino, consideres un honor para ti proponerle que se haga abogado.”. Sin em-bargo, recorreré, a poca calza, ese camino aun cuando tengo detrás las monstruosas pisadas de un gigante. Esta consagración que grosso modo pretendí resaltar, no ha sido mal remunerada ya que su des-empeño profesional se ha encontrado rodeado de honrosos reconocimientos y es por ello que como decano tuvimos monu-mental jurista el cual puede encontrarse tranqui-lo, porque lo sucede de igual manera un gigante del derecho. Por todo lo anterior, para dar cabal cierre a este escrito, pre-tendo citar las últimas palabras con lascuales el ex magistrado, compañero de sala, Jaime Alberto Arrubla, en el V Congreso internacional de Derecho Comercial, en homenaje a Carlos Ignacio Jaramillo, concluyó la semblanza que le fue encomendada, de este modo: "estamos ante un homenaje trascendente, sin duda el homenajeado es en la hora de ahora el principal jurista colombia-no”.


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