Las tres posturas en torno a la paz
La situación política actual de Colombia, enmarcada dentro de un conflicto social y armado de más de medio siglo y en la que el eje central es la temática de la Paz, ha llevado a que las diversas fuerzas sociales y políticas en disputa por el poder planteen ideológicamente, y con un necesario reflejo en su praxis política, posiciones divergentes en torno a tal tema. Analizar tales posturas conlleva a dilucidar necesariamente las distintas posiciones que existen alrededor de las raíces y causas del conflicto armado en Colombia y también, o por lo menos en parte, al examen de la realidad misma de tal conflicto.
En Colombia, las divergentes posiciones existentes en torno a la construcción de paz se pueden enmarcar en tres grandes grupos: el primero, quienes piensan que no hay otra forma de construir un país en paz que bajo una derrota militar del enemigo; un segundo grupo, con diversos matices, para quien la paz es únicamente el denominado “silencio de los fusiles” y por último, la posición de que la paz no se puede construir si no es a partir de la solución de las contradicciones políticas, sociales y económicas, que dieron origen al conflicto social y armado colombiano.
El primer grupo hace parte de los sectores cuya ideología se ha construido a partir del militarismo, de cierto fetiche radical por el uso de la fuerza y la autoridad como única forma de construcción de la sociedad. Su postura ideológica tiene origen principalmente en la clase latifundista. Este grupo, que conforma uno de los bloques que tradicionalmente ha ostentado la hegemonía nacional, y cuya representación en la contienda partidaria, que se materia-liza en los partidos que se ubican a la extrema derecha del espectro político, sólo encuentra una única solución al conflicto armado colombiano: la eliminación militar del enemigo del Estado, la insurgencia. Este sector no concibe la posibilidad de que el movimiento alzado en armas, a cabeza del ELN y las FARC-EP, pueda llegar a hacer parte de la política institucional colombiana, pues parte de la base de que las causas del conflicto colombiano yacen exclusivamente en una culpabilidad unilateral de las insurgencias que se han levantado en armas para ejercer terror a la población y amena-zar la estabilidad del Statu Quo. Es aquel enemigo, el terrorista, quien debe ser vencido militarmente para que Colombia pueda alcanzar la paz. La postura hegemónica ha sido la grande opositora a los Diálogos de paz en la Habana, oponiéndose principalmente a lo que podría llegar a ser una Reforma Agraria Integral, respondiendo a los intereses de la clase latifundista que representan, y de igual forma a la posibilidad de una reforma política que permita que los hoy alzados en armas puedan expresar su postura ideológica a través de la política institucional.
Del segundo grupo hacen parte varios sectores de la política colombiana que tienen una visión simplista del conflicto social y armado colombiano. Parten de la premisa de que existen dos actores armados, la insurgencia y el Estado, que deben arreglar sus diferencias mediante un Diálogo de paz, lo cual conllevaría a la desmovilización de los rebeldes y a la entrega de sus armas, junto con el compromiso de que se integraran en un proceso de reinserción social en el que pudieran, mediante los diversos canales democráticos, que hoy brinda la Institución, expresar sus posiciones ideológicas y políticas. Lo anterior, conllevaría a la existencia de una paz en sentido negativo, es decir, como fin de la confrontación armada, como el simple “silencio de los fusiles”. Bajo esta postura, las causas del conflicto armado pareciera que se redujeran a una simple confrontación política entre dos grupos, el Estado y la insurgencia, cuyas diferencias lleva-ron a una confrontación armada que poco o casi nada tiene que ver con la realidad política, social y económica del pueblo colombiano en general; es por tanto que los Diálogos en la Habana únicamente competen directamente a los sectores en disputa y el conflicto armado debe ser soluciona-do de una forma aislada.
Finalmente, el tercer grupo de tendencias políticas asume la paz y su construcción desde una óptica más compleja, profunda y “positiva”. Esta forma de entender la paz, parte de entender primero el conflicto y caracterizarlo como una serie de acumulaciones históricas de violencia sistemática, qué, como consecuencia de su perdurabilidad, ha llevado a su recrudecimiento. Ahora bien, ese fenómeno de violencia heredada y recrudecida, encuentra al mismo tiempo una base socioeconómica y socio-cultural que la ha cultivado y recreado; la violencia es una problemática que encierra un conflicto armado escalonado, pero a su vez, una contradicción social en ascenso.
Frente a dicho estado de cosas lo que se plantea es que, si bien en los diálogos puede haber un consenso en la terminación del conflicto armado, debe a su vez darse pie a una serie de cambios estructurales que busquen mitigar las tajantes problemáticas sociales, económicas y políticas en las que está sumergido nuestro país. No se puede hablar de paz si continúan existentes las condiciones materiales que engendran la violencia y la guerra, por ello, la construcción de aquella, es también la construcción de una sociedad distinta, de una sociedad con garantías de justicia social, equidad e inclusión.
Así pues, quedan expuestas las tres posturas en torno a la paz que hoy en día alimentan el espectro político colombiano. La importancia de entablar escenarios de debate en torno a lo que, a nuestro parecer, es la temática del día en la política colombiana, yace en la posibilidad histórica de ser la generación que construya la tan anhelada paz en nuestro país. Este no es un debate cerrado, queda abierto para quienes se interesen en no sólo hablar de paz, sino en construirla. Queda en su libre albedrío tomar postura frente a las tres visiones de paz y a su consecuente forma de construirla.
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