Pizarro, retrato en claroscuro
Para muchos Carlos Pizarro Leongómez es un icono por su ida y vuelta de la guerra, un recuerdo vivo que nos habla del conflicto, de la historia reciente de nuestro país. Hablar de él es duro, aún después de 25 años sin su voz, porque sigue despertando pasiones de apoyo y de rechazo. Por las reacciones que su memoria trae debemos sentarnos a contemplar el claroscuro de su retrato, pues en su vida hubo aciertos y errores, luz y sombra.
Lo rescatable de su tiempo en el mundo es sin duda la claridad ideológica que logró alcanzar, la firmeza de sus ideales, los cuales de una u otra forma impactaron en su historia, y en la nuestra. ¿En qué creía? ¿Cómo pensaba? ¿Cómo veía la realidad del país? Afortunadamente Pizarro fue gran fanático de lo mediático, hizo palabra y acción lo que pasaba por su mente, sus reflexiones fueron públicas, gracias a eso hoy podemos hablar de su pensamiento político. Añoraba la gloria pasada de la política, encontrando modelos en los próceres y los héroes de la independencia, como Antonio Nariño y Simón Bolívar. Veía con tristeza y rabia la gran impureza que se levantaba sobre la política nacional, le dolía que las fuerza armadas generaran miedo y no respeto ni admiración. Se opuso a la acumulación excesiva e injusta de la riqueza en unos pocos, al clientelismo y al gran poder de las oligarquías sobre la democracia. Las injusticias, todas, le llegaban a lo más profundo, le preocupaba la miseria, la exclusión de las ideas lo indignaba, igual que los fraudes, la pobreza y la brecha social. Carlos Pizarro fue tan revolucionario en su pensar como en su actuar, autodefinido como socialdemócrata, bolivariano y nacionalista, opositor de la derecha y resistente a encasillarse en la izquierda. Rompió el Statu Quo, de eso no hay duda, y lo hizo influenciado por el movimiento estudiantil parisino de Mayo del 68, movido por la búsqueda de dignidad para los colombianos.
No es extraño que exista quien se identifique con sus aspiraciones, pues aún no se han alcanzado. El país sigue sumergido en la dictadura de la corrupción, la república ha avanzado en la inclusión de los partidos no tradicionales, pero sigue marcado por la intolerancia, la pobreza se hace cada vez más macabra, los políticos cada vez más clientelistas. Hemos dado pasos tímidos hacia el florecimiento de nuestra democracia, pasos que no nos alejan lo suficiente de las injusticias y las falsas promesas. Es válido pensar que sus ideales están vigentes y eso podría levantar los ánimos, inflamar los corazones, inspirar nuevas luchas. Esa es la luz del retrato, la característica idealista y casi romántica de su personalidad.
¿Entonces en donde cae la sombra? ¿Cuál es el error del que hablaba al comienzo? Ninguna de las ideas de Pizarro era descabellada, como lo fue el antisemitismo radical e irracional del nacionalsocialismo, no había en su pensamiento nada que fuera en contra de la humanidad y de la dignidad que cada pueblo merece. Entonces el problema no es el porqué, sino cómo se lucha, no es problema el fin en este caso, sino los medios. Para la mayoría no es secreto que Carlos Pizarro fue comandante de la más efectiva y mediática de nuestras fuerzas insurgentes, fue líder y rostro del Movimiento 19 de Abril. Las acciones de «El M» son en cierta forma también las suyas, pues hizo parte intelectual y activa de muchas de estas, porque al fin y al cabo el defendía sus métodos con la misma fuerza que sus sueños, fines y aspiraciones. Se comprende que fue gemelo de la gran violencia bipartidista de la década de los cincuenta, y que no soportó la exclusión que tenían sus ideas en el régimen de los partidos tradicionales durante el Frente Nacional. Tal vez no quería sentirse derrotado, es probable que sus ansías de cambio -y de victoria- fueran las que lo movieron a empuñar las armas. Sin embargo no puedo compartir sus medios, y creo que pocos seriamos capaces de hacer lo que defendió u ordenó como comandante, pocos pensaríamos en robar partes de nuestra historia, en secuestrar a un sindicalista y asesinarlo a sangre fría, en secuestrar a un político que se nos oponga, en sitiar pueblos con plomo y sangre, en tomar embajadas con diplomáticos, ¡Ni en tomar el Palacio de Justicia con sus juristas y ciudadanos inocentes adentro!
Defender sus medios hoy podrá parecer fácil y algunos argumentarán con su contexto, pero con lo mismo se podría justificar a otros insurgentes o dictadores que para lograr o mantener políticos han recurrido al exterminio, la tortura, la desaparición forzada, entre otros delitos de lesa humanidad. Los medios no pueden ser justificados por los fines, ni por los contextos, sería absurdo creer en una ética política tan voluble, flexible e inestable, le daría valor a personajes sobre los cuales ya se acordó inmoralidad y métodos condenables. La sombra del retrato, lo que le añade oscuridad, textura y profundidad, es que Pizarro se haya dejado derrotar por su época, dejó que el Frente Nacional lo arrastrara al fusil y la montaña, terminó dejando que sus buenas causas recurrieran a la muerte y el dolor para lograrse.
Se podría llegar a decir que es también rescatable que haya vuelto a la vida civil, lo es, pero los verdaderos gestos de paz no deben ser de arrepentimiento, sino de omisión. No es verdadera paz devolver a los soldados o civiles secuestrados o dejar las armas, es paz no hacerlo jamás, pensar en la ética de los medios antes de precipitarse para llegar a la conquista de las pretensiones.
Hoy las ideas políticas no deben arrastrarnos a dejar los principios de humanidad, las vías democráticas se han ampliado y se están pavimentando lentamente para incluir a pensamientos variopintos. Debemos ser pacientes y constantes, ser firmes y no caer en las vías de hecho, que ya parece en sinónimo de violencia. No importa en qué punto del espectro político nos encontremos, lo que debería importar de ahora en adelante es tener buenas intenciones al hacer política y actuar para conseguirla por los medios correctos, los que verdaderamente valgan la pena. Invito a que recordemos a Pizarro como el idealista que jamás debió empuñar las armas, recordemos su sombrero, su voz, sus discursos, y también su fusil, su uniforme y lo que hizo en vida. No lo olvidemos para ser más y hacer todo mejor, hoy, mañana y siempre.
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