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Educación en Colombia; derecho y deber de todos.

La educación se conoce como el proceso multidireccional en donde se adquieren conocimientos; que posteriormente son aplicados en la vida diaria. Este es el concepto que a nivel mundial se maneja en relación con dicho término. Sin embargo, en países como Colombia, las cosas toman un rumbo bastante curioso, en donde lo correcto es paralelo a la realidad.


Se supone que los cimientos del saber y la sociedad se dan con el surgimiento de un núcleo familiar, en un ambiente de amor y responsabilidad. En muchas familias colombianas se entienden por orden y disciplina los castigos severos. Por tanto, se identifica que el problema educacional comienza desde la raíz; posicionando como factor común el maltrato infantil en la formación.


Subiendo en el escalafón, nos encontramos con la enseñanza básica, primaria y media académica. Teniendo en cuenta los antecedentes mencionados a nivel cultural en las familias no es extraño observar que este grado de aprendizaje continúa con la escuela. En esta etapa al estudiante no se le enseña, se le imponen unos conocimientos; No se le orienta, se le amenaza con un registro disciplinario; en resumen, no se le incentiva como dice la etimología de la palabra filosofía a “amar la sabiduría” sino que al igual que el disco duro de una computadora, se almacenan unos datos para que sean procesados. El problema es que si estos datos no tienen unas bases que lo soporten, más tarde llegarán unos virus llamados “problemas sociales” que van a formatear y acabar con todo lo que se ha preparado.


De aquí procedemos a los estudios superiores, comúnmente llamada etapa universitaria. El panorama sigue sin ser muy favorable. Se evidencia el abandono Estatal de las universidades públicas, las cuales a duras penas logran sobresalir con la infraestructura cayendo a pedazos. A su vez, quienes optan por universidades privadas sin posibilidad de beca; deben tener la capacidad económica o el crédito para reunir entre diez y veinte millones de pesos y así acceder a la llamada educación de alta calidad. Lo más preocupante es que los individuos que ingresan a ambos tipos de planteles se dan cuenta de que entraron para que crean que deben saberlo todo y a la vez nada, estar en la búsqueda urgente de un posgrado para que tengan algo con que mantenerse, o mendigar empleo por su inexperiencia; porque hoy en día ni siquiera un pregrado merece respeto.


No obstante, surgen las siguientes preguntas ¿Qué impacto tiene esto en toda la sociedad? ¿Por qué debería importarnos la situación si ya tenemos ejemplos de muchos colombianos que han triunfado en el exterior? La respuesta se encuentra aquí, de cara al país (si queremos luchar por él). Mientras un pequeño grupo elitista tiene derecho a una buena educación y los recursos para abastecer sus necesidades y buscar mejores oportunidades, las comunidades en estado de pobreza no pueden aspirar a una vida digna. Mientras los adinerados se jactan de estar cada día más cerca de la globalización, existen corregimientos que luchan por obtener el recurso más básico: el agua. Si no es posible acceder a este bien, mucho menos será posible cumplir el derecho a la educación.


Cuando entendamos que la educación es para todos y no sólo para los que tienen como financiarla, al igual que todos los servicios básicos, la nación en verdad progresará. Cuando se decida invertir grandes sumas de dinero a tales propósitos en vez de armas, lavado de activos y narcotráfico; dándole oportunidad a los que han atacado gravemente los derechos humanos y cerrando puertas para las minorías que para nadie existen (véase campesinos e indígenas); cuando aprendamos a querer nuestro país integrando a todos los que lo componen Colombia será la más educada.


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